jueves, 26 de mayo de 2016
UN DESTELLO DE LUZ
EL DESTELLO DE LUZ
Dónde la oscuridad parece reinar
las chispas de vida se hacen sentir,
dónde la tristeza quiere abarcar
la alegría no para de sonreír,
dónde la guerra se cree victoriosa
la paz en humildad se muestra,
dónde la desesperanza se muestra ansiosa
la esperanza aguarda su presencia,
dónde busques debajo de la tiniebla en la vida
hallaras la luz de Dios que permanece viva.
¿Cómo vivió Francisco Palau la misericordia?
Para Francisco Palau la misericordia es el amor en acto. Con su gran sentido
práctico y evangélico escribe: “No nos basta la buena voluntad, no nos basta un corazón
que compadezca las miserias ajenas; la caridad es obras, y éstas en su terreno son guiadas
por la beneficencia…”. (Mes de María, 531, 2).
No tenemos apenas noticias de su infancia y primera
juventud si no es por los libros de registro de su entrada al
seminario y al noviciado y las fechas de profesión recogidas
en las actas conventuales. Es significativo que la primera
noticia particular que se conserva de Francisco Palau es su
compasión por un religioso anciano de su comunidad al que
ayuda en la huida del convento incendiado por los
revolucionarios el 25 de julio de 1835, exponiendo su propia
vida. El final de su vida está marcado por la misma pasión
por atender las necesidades de los demás sin tener en cuenta
su propia salud y bienestar. De este modo en 1872 muere
víctima de unas fiebres a raíz de atender a los habitantes de
una zona de Huesca, Calasanz, azotada por la peste.
Entre medio de estos dos acontecimientos toda una existencia dedicada a los
demás, desarrollando una por una todas las obras de misericordia y llevando a la práctica
las palabras con las que San Pablo exhortaba a los Colosenses: «Revestíos, pues, como
elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si
alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros»
(Col 3, 12-13).
Es lo que nos consta que Francisco
Palau ejercitó durante toda su vida.
Reaccionó siempre con el perdón y, hasta
donde es posible, con la excusa, no con la
condena consciente que donde se vive en el
perdón y en la misericordia recíproca, «el
Señor da su bendición y la vida para
siempre». Tenía muy claro que no se puede
vivir en armonía, en paz, en la familia y en
cualquier otro tipo de comunidad, sin la
práctica del perdón y de la misericordia
recíproca porque: “Dios es príncipe de la
paz y sólo habita en corazones unidos por
el amor”.
1 Cta 117, 4.
Demostró su amor a los hermanos
con gestos que rozaban lo heroico. Para sus
hijos e hijas espirituales se impuso una
conducta presidida siempre por la caridad
y el amor más exquisito siguiendo este
programa: «Yo no tengo ni tendré para
vosotros jamás de mi vida sino corazón de
padre: no conozco contra vosotros
tentación alguna, porque mi amor para con
vosotros llena todo mi corazón y no caben
en él; me hallaréis siempre en paz, siempre
amigo, siempre de buen humor» Hna Lola Jara C.M
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