lunes, 13 de febrero de 2012

Abriendo puertas sin miedo

En una tierra en guerra había un rey que causaba espanto: A sus prisioneros, no los mataba, los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado y una puerta inmensa de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.

En esta sala les hacía formar un círculo y les decía: Ustedes pueden elegir entre morir a flechazos por mis arqueros o pasar por aquella puerta.......detrás de esa puerta YO LOS ESTARÉ ESPERANDO .........

Todos elegían ser muertos por los arqueros.

Al terminar la guerra un soldado que por mucho tiempo había servido al rey, se dirigió al soberano:

- Señor ¿puedo hacerle una pregunta?

- Dime soldado

- Señor: ¿que había detrás de la puerta?

EL REY CONTESTÓ: Ve y mira tú mismo!!

El soldado abrió temerosamente la puerta y, a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y la luz invadió el ambiente y finalmente, sorprendido descubrió que........ la puerta se abría sobre un camino que conducía a la LIBERTAD!!!!

El soldado embelesado miró a su rey, quién le dijo: Yo les daba la oportunidad de hacer una ELECCIÓN, pero por temor preferían morir a arriesgarse a abrir esa puerta!!

¿Cuantas puertas dejamos de abrir por el miedo a arriesgar?

¿Cuantas veces perdemos la libertad y morimos por dentro, solamente por sentir miedo de abrir la puerta de nuestros sueños?

Simón el Obispo y la Profesora pecadora

Publicado en ecleSALia el 16 de enero de 2012


Perícopa apócrifa del evangelio de Lucas

EMMA TORRALBA - INSBRUK (AUSTRIA).



Un obispo llamado Simón invitó a Jesús a comer. Entró, pues, Jesús en el palacio arzobispal y se sentó a la mesa. En esto, una mujer, exprofesora de religión, al saber que Jesús estaba comiendo en el palacio, se presentó con una carpeta repleta de informes médicos y sentencias judiciales; se puso detrás de él junto a sus pies, y llorando comenzó a contarle cómo desde que decidió casarse por lo civil con un hombre divorciado, su vida se había convertido en un infierno: despedida de su puesto de profesora, había caído en una profunda depresión de la que no veía salida.

Al escucharla, el obispo que había invitado a Jesús pensó para sus adentros: "Si este fuera profeta, sabría qué clase de mujer es esta, pues en realidad es una pecadora. Como responsable de salvaguardar la fe de los niños no puedo permitir que una mujer casada por lo civil con un divorciado de clases de religión católica, ¡qué moral va a enseñar una mujer inmoral!".

Entonces Jesús tomo la palabra y le dijo:

- Simón, tengo que decirte una cosa.

Él replicó:

- Di, Maestro.

Jesús prosiguió:

- Desde que he llegado a tu palacio no he recibido ni un gesto ni una palabra de ternura. No me has besado al entrar y te has pasado toda la comida hablándome de relativismo moral, crisis de valores y persecuciones políticas. Sin embargo está mujer no ha dejado de besar mis pies y de hablarme de amor; del amor que tiene a su marido, y del amor que entregaba en sus clases de religión cuando hablaba a los niños de Reino, justicia, misericordia y fe. Te aseguro que mi Padre está más cerca de ella que de todos aquellos que os atrevéis a menospreciarla.

Entonces dijo a la mujer:

- Dios Padre, que es justo y tierno, no te condena. Vete en paz y regresa a tus clases, cuéntales a los niños que donde hay amor verdadero no puede haber pecado. Y recuérdales que lo que verdaderamente aflige el corazón de Dios es la existencia de tantos empobrecidos en un mundo opulento. Los asuntos de alcoba nunca interesaron a mi Padre.

Los comensales se pusieron a pensar para sus adentros: ¿"Quién es éste que perdona pecados y contradice las sentencias de los delegados de enseñanza?" y, desde aquel momento, se pusieron a pensar en cómo deshacerse de Jesús. (Apócrifo de Lucas 7,36-50).

El que tenga oídos para oir...